EL RINCÓN BARDO







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Bogotá, Colombia 12/ABRIL/2016: Buenos días hermanos y hermanas de ahora en adelante este espacio estará disponible para cualquiera que desee compartirnos sus textos poéticos, con el fin de darle difusión a su obra, o simplemente disfrutar de lo que nos gusta: la Poesía. La idea parte de hacer de este blog un espacio donde todos no sintamos identificados, y aparte lo convirtamos en un canal independiente sin ánimo de lucro, sobre todo abierto para todos y para todas.
Así que anímate adjuntá en un correo electrónico dirigido a: poesiatera@gmail.com una foto tuya, una breve reseña de vos (si querés) y bueno el poema o las poesías que quieres compartir a la comunidad, de antemano muchas gracias por hacer parte del fuego de todos: La Poesía. No lo olvidés envíalo al e-mail: poesiatera@gmail.com.
Atentamente la Aldea del Rincón Bardo

Bogotá,Colombia 30/MARZO/2016: Hola mis amigos buena tarde, quisiera compartir con todos ustedes, una versión digital de una Antología Poética en la que participo con un poema, el cual dedico a todos ustedes mis apreciados lectores, porque ha sido un esfuerzo grandisimo publicar este año. Gracias a el colectivo artistico INNOMBRABLE, y sus enorme pujanza se ha gestado otro intento póético, y gracias además por dejarme participar en esta versión. Si quieres que te haga llegar por medio de correo eléctronico una copia de esta versión escibenos a: poesiatera@gmail.com. GRACIAS POR ESTA AHÍ, JUNTOS TODO ES POSIBLE.

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jueves, 5 de septiembre de 2013

>LA TRISTEZA DE DIOS; DEL POEMARIO FLOREZ PARA UN OCASO

Palabras de presentación del poeta Omar Ortiz Forero para el libro Flores para un ocaso, editado por la Liga Latinoamericana de Artistas (Bogotá, 2013).
Omar Ortiz*
Una de las preguntas que plantea este poemario de Omar Garzón tiene que ver con si es cierto o no que Dios pueda derramar lágrimas como cualquier mortal. Si la divinidad llora, ¿lo hace por nosotros?, ¿por ella misma?, o simplemente como decía la abuela del poeta es un llanto que pretende consolar nuestras humanas congojas, nuestro vacío frente a la inexorable muerte. Son interrogantes que tan solo se pueden responder desde la poesía, porque contraría a la fría, veraz, objetiva estadística que nos cuantifica la barbarie, que nos numera de cuantas maneras podemos darle salida a la bestia que nos habita. La poesía, nos documenta la forma como entramos en la muerte, nos ilustra el mapa de nuestras calles  sembrado de manos y de tripas. Basta leer Testimonio no documentado sobre Chengue.
Por eso es importante la voz de los poetas, porque son ellos los testigos lúcidos de la sombras, de esa sombra esquiva ya que ni siquiera tu sombra te acompaña porque la dejaste atada a otra sombra que pasó desprevenida por el parque. Pero también son los privilegiados de la luz, de un efímero destello que se imprime en las huellas de un vaso vacío. Ese objeto que acompañó a Darío Betancourt Echeverry, natural de Restrepo, Valle, antes de ser desaparecido por los asesinos. Sí, la ausencia también puede acompañar desde un cortejo de luciérnagas.
Tal vez los poemas de Garzón no sean los de un poeta que pretenda contar con un público que busque en la poesía la tan maltrecha belleza o la perfección formal de los versos. Porque sus poemas están hechos desde una contenida furia que no puede hacer concesiones de porcelana frente a una realidad que violenta día tras día nuestra percepción hasta llevarnos a pensar que volar por un segundo o colgarte de las nubes por un instante son las únicas formas de abrirte paso entre la niebla. Pero sin duda es una voz con un contenido altamente poético que se aferra a la poesía para sobrevivir, como leemos en Lo que me salva es la noche lenta donde nace el verso, Aquí estoy de nuevo, aferrado a este árbol que nace entre raíces de cal; a este que detenta en cada hoja la pupila de mis ojos; a este que da nacimiento a mi canto entre vientos de la noche. Aquí estoy, con el rostro en las rodillas, pensando en otra ruta, buscando otra salida. (…) Alguien que da vida a un árbol, que acaricia cada uno de sus frutos y encuentra refugio al abrigo de su sombra, no puede colgarse de sus ramas.
Tenemos a mano un libro de poemas, no de versos, menos de canciones, un libro, que como el fuego puede alimentarnos o consumirnos. Los que se atrevan por sus páginas no serán nunca favorecidos de los dioses.
*Omar Ortiz Forero (1950) es editor, gestor cultural, poeta y profesor. Abogado de la Universidad Santo Tomás.

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