EL RINCÓN BARDO







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Bogotá, Colombia 12/ABRIL/2016: Buenos días hermanos y hermanas de ahora en adelante este espacio estará disponible para cualquiera que desee compartirnos sus textos poéticos, con el fin de darle difusión a su obra, o simplemente disfrutar de lo que nos gusta: la Poesía. La idea parte de hacer de este blog un espacio donde todos no sintamos identificados, y aparte lo convirtamos en un canal independiente sin ánimo de lucro, sobre todo abierto para todos y para todas.
Así que anímate adjuntá en un correo electrónico dirigido a: poesiatera@gmail.com una foto tuya, una breve reseña de vos (si querés) y bueno el poema o las poesías que quieres compartir a la comunidad, de antemano muchas gracias por hacer parte del fuego de todos: La Poesía. No lo olvidés envíalo al e-mail: poesiatera@gmail.com.
Atentamente la Aldea del Rincón Bardo

Bogotá,Colombia 30/MARZO/2016: Hola mis amigos buena tarde, quisiera compartir con todos ustedes, una versión digital de una Antología Poética en la que participo con un poema, el cual dedico a todos ustedes mis apreciados lectores, porque ha sido un esfuerzo grandisimo publicar este año. Gracias a el colectivo artistico INNOMBRABLE, y sus enorme pujanza se ha gestado otro intento póético, y gracias además por dejarme participar en esta versión. Si quieres que te haga llegar por medio de correo eléctronico una copia de esta versión escibenos a: poesiatera@gmail.com. GRACIAS POR ESTA AHÍ, JUNTOS TODO ES POSIBLE.

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lunes, 11 de julio de 2011

LA LUZ QUE ATRAPA


Una luz es aquella que puede ver por encima de las tinieblas…

Al fondo de ella, estaban situadas varias luces de colores, que deambulaban libremente señalando hacia las lóbregas figuras de la multitud; daban vueltas, luego se recogían, se apagaban y de nuevo todo comenzaba a rodar, eran curioso lo que acontecía en mi interior me vi atraído por los hermosos tonos de las luces, aunque en realidad me sintiera trastornado por la irradiación violeta y enérgica de aquella luz, una luz distinta a la otras luces, luchaba con la semioscuridad que era evidente, mientras caminábamos avanzando hacia aquellas atractivas luces que me dominaban en voluntad, aprovechando el descuido de los asistentes, casi más cerca estábamos de nuestro objetivo, aunque cada vez le perdía de mi vista, poseído por la ceguera que me provocaba ver sus luminiscencias intensas y otros factores que rodeaban nuestro reducido espacio.
El humo de varios cigarrillos, cuyas puntas de fuego ardían en la penumbra y el caer de la noche se ondeaban en espirales azuladas de un olor perturbador a tabaco opiado del norte, se entremezclaban como nosotros con los miles de ojos mirando hacia allí, también intervenía el cuero de bovino y el chanel que muchos llevaban, asistiendo al ritual del acuerdo y la monotonía de la ocasión, del lema, de la convicción, ya era más profundo olfatear la cercanía de los tabacos indígenas, una tradición no olvidada que nos legaron, perfumaban el aire con su inciénsalo olor a eucalipto, o bueno mi ingenuidad me repetía en deducciones aproximadas, lo mismo.
Sobre el verde de la montaña, estaban aparcados algunas cabinas con propaganderia etiquetada y llamativa, que con sus hilos invisibles atrapan a los maniquís del consumo, la gente estaba allí atenta, más que nadie presente, ella también a mi lado, ella ternura en la amargura, rostro lúcido de blanda sonrisa, otros estaban en su rutina, pero aun así estaban atentos de su alrededor, como angustiados de que algo malo llegara a suceder, y yo no perdía de vista mi luz, ni por un solo instante.
De pronto la tierra se estremeció repetidamente a cada paso, salto y sonido, lo hacía también mi corazón licencioso, como uno de esos corazones aventureros y ansiosos descubriendo misterios en el Partenón de la historia. El sacudón era apasionante, se gestaba por las emociones de los entonces presentes, con ánimo todo allí era felicidad, mi luz estaba cerca y la quería mucho a mi lado, la tocaba para que no huyera, -inventan alternativas- me dictaminaba la razón, inventan para nosotros, yo nada más quería que estuviera bien y que no le faltara nada, tampoco que sintiera miedo, me importaba solo su alegría aunque sé que es pasajera, aunque nunca la volviera a ver, pero para que invento y prometo más de lo que puedo dar, si hay que entregar lo que resulte de golpe, si otros ya lo están haciendo y nos profundizan en ejemplo y nos están inventando a cada rato, están más allá, pero hoy me he entregado a la luz, la luz que disipa esta oscuridad, la que es mi inspiración, la medida de todas las cosas buenas, la que a medida que voy viviendo, le voy escribiendo, y a medida que consumo le adhiero nuevos adjetivos.

Ahora sé que las luces eran cuestión del tiempo, estaba pensativo en el balcón de las escaleras, y esto me recordaban un cuento de una antigua edad, que me relato un día mi padre, mientras caminaba cuesta abajo por un sendero inaccesible que yuxtaponía con la cima de una montaña a los extremos de la ciudad. Admiraba la vista periférica que nos da a conocer todo el auge y crecimiento territorial del titán de cemento, una vista a la que pocos tenían acceso, la vista del viejo hardwork Terraza bar en Colombia, un lugar discreto y escondido de la algarabía popular, al cual asistía gente adinerada dispuesta a pagar lo que fuera por estar libre del ruido y la precipitación de afuera, y tomar un café en leche la bebida sensación del momento. En una colina cercana había un letrero de luces que titiritaban y cuyas letras decían: Bienvenidos al Futuro, era domingo y me aguaba la boca de ansiedad por probar los pasteles de queso con crema de frambuesa, que mama dejaba reposando en la ventana. Siete y cuarto, me detuvieron unas luces que se encontraban a la izquierda de mi posición, encantaban la noche, jugueteaban de nuevo como en el sueño despierto, jugueteaban desde lo alto, yo las veía y de nuevo empecé a caminar hacia allá, a soñar con un nuevo cuento, no puedo escapar por la extremada obsesión que tengo a las luces.

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